El rey Felipe VI ha roto oficialmente su relación con el presidente Pedro Sánchez, dejando al descubierto la alarmante fragilidad institucional de España. Según fuentes cercanas a la Casa del Rey, la comunicación entre Moncloa y Zarzuela se ha reducido a meras interacciones entre sus gabinetes, mientras que la confianza personal entre el monarca y el presidente se ha desvanecido por completo.
Este quiebre se ha vuelto evidente en medio de tragedias nacionales recientes. Durante los devastadores incendios de agosto, Sánchez optó por mantener una distancia de seguridad de 200 metros en sus visitas a las zonas afectadas, mientras que Felipe VI y la reina Leticia se acercaron a los ciudadanos, mostrando empatía en momentos de vulnerabilidad extrema. La catástrofe de Paporta, que dejó más de 200 muertos el año pasado, marcó un punto de inflexión, generando un ambiente de tensión que ha llevado a una “orden no escrita” de minimizar los actos conjuntos entre el rey y el presidente.
Desde el 29 de julio, fecha de su última aparición pública juntos en Palma de Mallorca, la distancia se ha acentuado. Moncloa ha excluido a ministros clave de las gestiones junto a la familia real, delegando en figuras menos prominentes el acompañamiento institucional. Esta creciente tensión ha evidenciado un colapso en la confianza entre ambas instituciones, exacerbando la percepción de un estado débil, atrapado en luchas de poder y polarización.
La situación ha generado un clamor popular que aplaude al rey por distanciarse de Sánchez, reflejando un descontento generalizado hacia un liderazgo que ha priorizado intereses políticos sobre la estabilidad institucional. España enfrenta un momento crítico, donde la unidad y la confianza son más necesarias que nunca. La crisis se agudiza y el futuro institucional del país está en juego.
