El rey Carlos II de España, una figura marcada por la tragedia, fue el último monarca de la dinastía de los Habsburgo y su vida ha vuelto a ser objeto de intenso debate: ¿fue realmente atormentado por la brujería o su sufrimiento fue el resultado de la endogamia? Nuevos estudios revelan que su coeficiente de consanguinidad alcanzó el alarmante 0.25, equivalente a la descendencia de un incesto entre padre e hija. Esta impactante revelación pone en tela de juicio la salud física y mental de un rey que se movía como un fantasma, apoyándose en muebles para caminar.
A los 20 años, la condición de Carlos II era tan precaria que el nuncio papal Nicolini lo describió con un cuerpo y una mente débiles, mientras que el embajador inglés lo retrataba como una figura casi espectral, sin esperanza de recuperación. Sus problemas de salud, que lo llevaron a creer que era víctima de un hechizo, son en realidad la culminación de dos siglos de matrimonios endogámicos en la familia Habsburgo. En un reinado de 35 años, Carlos II fue incapaz de producir descendencia, lo que desató la Guerra de Sucesión Española tras su muerte.
Los historiadores ahora examinan esta oscura herencia genética y su impacto en la historia de España. La “maldición” que parecía afectar a Carlos II no era más que el resultado de un legado familiar devastador. Esta situación crítica no solo marcó su vida, sino que también alteró el futuro de toda una nación. La historia del rey hechizado resuena hoy con más fuerza que nunca, recordándonos que los ecos del pasado pueden tener consecuencias inesperadas en el presente.