Donald Trump ha estallado en una furia incontrolable tras ser humillado por el Lincoln Project, que ha lanzado una serie de parodias demoledoras que exponen su fragilidad como nunca antes. En un video que se ha vuelto viral, el expresidente es retratado con signos alarmantes de deterioro físico y mental: desde hinchazón en su pierna hasta moretones visibles en sus manos, pasando por lapsus de memoria y rabietas inexplicables. La sátira, lejos de ser un simple entretenimiento, se convierte en un espejo inquietante que refleja la realidad de un líder que solía proyectar invulnerabilidad.

La respuesta de Trump fue explosiva. En un intento desesperado por controlar la narrativa, gritó y llamó a sus aliados, buscando silenciar el escándalo que ya había estallado en las redes. Pero el daño estaba hecho: la percepción de que su salud y su capacidad para liderar están en declive se ha arraigado en la opinión pública. Figuras que antes lo defendían, como Charlie Kirk y Alex Jones, ahora se muestran reacios a seguir su ejemplo, cuestionando su silencio sobre el escándalo Epstein y distanciándose de un líder que parece perder el control.

El Lincoln Project ha utilizado el humor ácido como herramienta para alertar sobre la fragilidad de Trump, y su estrategia ha dado resultados. Los videos, con su estética de comedia, revelan una serie de inquietantes detalles sobre su estado, sugiriendo que lo que está en juego es mucho más que una simple crisis política: se trata de la salud de un hombre que aún tiene el poder de influir en millones.

A medida que el escándalo se desenvuelve, la pregunta persiste: ¿estamos presenciando el colapso físico y mental de Trump? La respuesta parece cada vez más clara, y la turbulenta reacción del exmandatario solo intensifica la sensación de que su tiempo en el centro de la política estadounidense podría estar llegando a su fin. La situación se agudiza y el futuro de Trump, así como su legado, penden de un hilo.