Canadá ha tomado una decisión histórica al dejar de comprar productos hechos en Estados Unidos, un acontecimiento que marca un cambio radical en las relaciones comerciales entre ambos países tras 150 años de estrecha colaboración. Este movimiento, surgido inicialmente como una respuesta a tensiones diplomáticas, se ha convertido en un fenómeno nacional en el que los canadienses de diversos sectores han adoptado la iniciativa “Compra canadiense”. Esta campaña refleja un creciente descontento con las políticas estadounidenses y un resurgimiento del orgullo nacional.
Los supermercados en Canadá han implementado medidas sin precedentes, como colocar banderas en sus entradas y etiquetar los productos locales de manera prominente. En muchas tiendas, los productos estadounidenses han sido retirados de los estantes o escondidos, creando una atmósfera en la que comprar productos americanos se considera un acto en contra de los intereses nacionales. Según cifras recientes, aproximadamente el 80% de la población canadiense ha reemplazado productos estadounidenses por alternativas locales.
Este boicot no solo ha afectado al sector alimentario, sino que se ha extendido a otras industrias, incluidas las bebidas alcohólicas y el turismo. En Ontario, muchas licorerías han retirado productos estadounidenses, y casi la mitad de los canadienses ha cancelado sus viajes a Estados Unidos, optando por destinos como México. Las plataformas de streaming también han visto una disminución en sus suscripciones, con un 51% de canadienses dejando de comprar en Amazon y un 28% cancelando servicios como Netflix.
La respuesta de la administración Trump ha sido combativa, calificando el boicot de injustificado y amenazando con represalias. Este conflicto no solo está alterando las dinámicas comerciales bilaterales, sino que también está redefiniendo el panorama económico de América del Norte, impulsando a Canadá a buscar nuevas alianzas comerciales, especialmente con México. A medida que ambas naciones buscan diversificar sus relaciones, la situación plantea interrogantes sobre el futuro de la cooperación económica en la región y su impacto en la política global.