Nigeria ha cerrado la puerta a Harry y Meghan Markle. La solicitud de los duques de Sus𝑠e𝑥 para una segunda visita al país, que previamente consideraron su segundo hogar, ha sido rechazada de manera contundente. Este no es un simple “no, gracias”; es un mensaje claro que resuena en todo el mundo: Nigeria no está interesada en el espectáculo de los Sus𝑠e𝑥.
La negativa se produce en un contexto de creciente descontento hacia figuras públicas que, según muchos, utilizan la cultura africana como un accesorio para sus propias narrativas. Tras su primera visita en 2024, donde fueron recibidos con entusiasmo pero también con críticas, el gobierno nigeriano ha dejado claro que no hay un “interés nacional” suficiente que justifique otro tour de los Sus𝑠e𝑥. La decisión fue respaldada por múltiples ministerios y se interpreta como una resistencia ante lo que algunos llaman “colonialismo de celebridades”.
Las tensiones se desataron en su primer viaje, cuando Meghan proclamó ser “43% nigeriana”, lo que fue visto como una trivialización de la rica identidad cultural del país. Las quejas sobre su comportamiento, que incluían demandas de seguridad dignas de la realeza y un enfoque superficial en la cultura local, provocaron un malestar que culminó en este rechazo.
Los ecos de esta negativa trascienden fronteras. En Hollywood, donde los Sus𝑠e𝑥 habían intentado cimentar su nueva imagen, ahora enfrentan el riesgo de ser considerados “no asegurables”. Netflix ha dado un paso atrás en sus proyectos relacionados con ellos, citando preocupaciones legales y de reputación.
La reacción de Nigeria es un punto de inflexión. No solo rechaza a una pareja famosa; desafía la narrativa de aquellos que buscan capitalizar la cultura africana sin un compromiso genuino. Este rechazo podría marcar el principio del fin de la influencia global de Harry y Meghan. El mundo observa cómo su estatus se desmorona, y la pregunta queda en el aire: ¿podrán reintegrarse o este es el ocaso de su reinado mediático?