Donald Trump ha dejado plantado a Pedro Sánchez en la Cumbre de la OTAN en Sevilla, desatando una ola de reacciones y especulaciones sobre las relaciones entre Estados Unidos y España. A pesar de haber confirmado su asistencia a la conferencia internacional sobre financiación para el desarrollo de la ONU, el expresidente estadounidense decidió no viajar a España, mostrando un claro desprecio hacia el gobierno español.
La ausencia de Trump no es un hecho aislado; refleja su creciente desdén hacia los países europeos que, a su juicio, dependen de la generosidad estadounidense. En sus recientes declaraciones, Trump lanzó una advertencia directa a España, criticando su gasto en defensa, que se sitúa en el 2% del PIB, muy por debajo del nuevo objetivo del 5% propuesto por Washington. “Si España no quiere pagar, que tampoco espere protección”, sentenció Trump, dejando claro que la paciencia de Estados Unidos se ha agotado.
Mientras tanto, Pedro Sánchez intenta mantener la calma y desviar la atención, presidendo la apertura de la conferencia, resguardada por 8,600 efectivos y con la participación de más de 70 líderes mundiales de 150 países. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, asegura que el evento será un éxito en términos de seguridad y solidaridad global. Sin embargo, la ausencia de la primera potencia mundial ha oscurecido el inicio de esta cumbre, que no se celebraba en Europa desde hace una década.
Con la brecha de financiación para los objetivos de desarrollo sostenible superando los 4.3 billones de dólares y la presión sobre los aliados de la OTAN en aumento, la Cumbre de Sevilla se inaugura con un mensaje contundente: Estados Unidos ya no está dispuesto a cubrir las facturas de los demás. A pesar de esta crisis diplomática, Sánchez parece disfrutar de su protagonismo momentáneo en el escenario global. La pregunta que queda en el aire es: ¿qué implicaciones tendrá esta falta de apoyo estadounidense para España y sus aliados?