El PSOE de Pedro Sánchez enfrenta una crisis sin precedentes que podría marcar el fin de su mandato. Una encuesta reciente revela que un alarmante 70% de las mujeres españolas, frente al 63% de los hombres, exige la dimisión del presidente. Este dato devastador señala un creciente divorcio entre el líder socialista y su base electoral femenina, que históricamente ha sido su bastión más sólido.
Los escándalos de machismo y corrupción han erosionado la confianza de un electorado que ya se siente traicionado. Las grabaciones de José Luis Ávalos y Coldo García, en las que se refieren a las mujeres con desprecio, han sido la gota que colmó el vaso. La indignación es palpable, especialmente cuando se considera que el PSOE se ha presentado como un partido feminista. Las críticas de figuras prominentes como Carmen Calvo y Ana Redondo no han logrado calmar la tormenta; el daño está hecho.
Pero la crisis de Sánchez va más allá de estos audios. La figura de su esposa, Begoña Gómez, se ha convertido en un lastre, con investigaciones sobre su familia y acusaciones de corrupción que han afectado gravemente la imagen del presidente. Los escándalos vinculados a burdeles y saunas gay han minado su credibilidad como líder progresista. Si las encuestas ya mostraban un rechazo significativo, el panorama actual podría ser aún más devastador.
Sánchez se encuentra cada vez más aislado, sin el respaldo femenino que necesita y con sus socios políticos en retirada. La combinación de escándalos y la falta de apoyo ha dejado su capacidad para remontar en un estado crítico. La crisis no es solo política; es moral. El sanchismo, atrapado en su propia narrativa, parece hundirse sin recursos para salir a flote. La presión aumenta, y el tiempo se agota.