Un ataque devastador de Rusia ha golpeado fuertemente a Ucrania y ha dejado a la OTAN en una posición comprometida. Según informes del canal ruso Win Win, el aeródromo militar de Staro Constantinov, un punto estratégico utilizado por las fuerzas ucranianas y la OTAN, fue blanco de un asalto que resultó en la destrucción de dos radares y un lanzador del sistema de defensa aérea Patriot, así como de varios sistemas de defensa Gepard.
Este ataque, realizado con misiles Iskander, se produjo mientras los sistemas de defensa se encontraban en proceso de descarga, lo que sugiere una ejecución precisa y coordinada por parte de las fuerzas rusas. La naturaleza del golpe ha generado preocupación en Alemania, ya que se especula que los equipos destruidos podrían ser parte de un suministro prometido por el gobierno alemán a Ucrania.
El impacto de esta ofensiva va más allá de la pérdida de equipos, ya que se ha informado que la moral entre las tropas ucranianas en la región de Pokrovs está en declive. Los comandantes han evacuado apresuradamente, lo que ha llevado a una sensación de desbandada entre las filas ucranianas. La situación en Pokrovs es crítica, con las fuerzas rusas manteniendo un control de fuego sobre las rutas de suministro, lo que limita la capacidad de los ucranianos para recibir refuerzos y suministros.
Además, el avance ruso en la región de Nipropetros ha continuado, con la captura de la aldea de Malifka, lo que representa un nuevo golpe en la ya complicada situación para Ucrania. La falta de personal disponible para defender las posiciones fortificadas, como las trincheras antitanque, ha sido señalada como un factor que agrava la crisis.
Este ataque y sus consecuencias subrayan la fragilidad de la situación en el conflicto y plantean preguntas sobre la efectividad de la asistencia militar internacional a Ucrania. La comunidad internacional observa con atención, mientras la guerra sigue su curso devastador.