Lanzarote se encuentra en estado de alarma tras la llegada del presidente Pedro Sánchez, quien ha desatado un colapso total en la isla con su llegada para unas vacaciones de lujo. Aterrizó en un Falcon a las 12:59 horas del mediodía, y en cuestión de minutos, la tranquilidad de la zona se transformó en un despliegue de seguridad sin precedentes, más parecido a una operación militar que a unas vacaciones familiares.
Desde la mañana del sábado, las calles de Costa Teguise han sido tomadas por un fuerte contingente de Policía Nacional y Guardia Civil, además de equipos de buceo que rastrean la costa atlántica. Los controles de carretera se han multiplicado, y el tráfico ha sido cortado en varias vías, generando un caos que ha afectado a vecinos y turistas por igual. El entorno natural ha sido sellado y vigilado las 24 horas, creando un ambiente de tensión palpable.
Sánchez ha ordenado duplicar el perímetro de seguridad alrededor de la Mareta, su lujosa mansión de 30,000 m², lo que ha saturado la movilidad en la zona y ha dejado a muchos residentes frustrados. A diferencia del rey Felipe VI, quien ha sido visto interactuando con ciudadanos en Palma de Mallorca sin medidas de seguridad excesivas, el presidente se ha mantenido oculto tras un muro de efectivos y protocolos.
Con una agenda secreta para sus 23 días de estancia, la simple presencia de Sánchez ha paralizado la vida cotidiana en gran parte de Lanzarote. Su regreso a la isla, tras años de controversias no resueltas, plantea serias preguntas sobre la imagen de unas vacaciones democráticas y familiares. Mientras en 2020 podía pasear libremente, en 2025 su mera presencia ha convertido la isla en un fortín.
La situación en Lanzarote es un claro reflejo de la desconexión entre el poder y la ciudadanía, dejando a muchos preguntándose: ¿es este el precio de unas vacaciones de lujo en tiempos de crisis?